martes, 17 de abril de 2007

redaccion: las vacaciones (primera parte)

este es un post sobre el pertenecer a alguna parte y la implicación social y pasar de la abstracción a la práctica y de las dificultades que eso comprende para los que, como yo, han aprendido desde canijillos que las cosas que se piensan valen más que las que se sienten. llevo 17 (algunos dicen que 19) días de vacaciones. el reloj de la iglesia suena y son las 10 y en unas horas voy a estar volando hacia inglaterra otra vez, hacia esa ciudad tan plana y tan sosa que se me antoja tan cuesta arriba ahora mismo, tan infantil como los polvos de talco y el olor de la colonia nenuco. en 17 días (algunos dicen que 19) he bebido mucha cerveza, he hablado mucho rato como dicen que hablamos los españoles, muy alto, todos a la vez, con muchos aspavientos, la voz siempre un poco por delante de los pensamientos. he disfrutado de cosas que en otro momento me habrían hecho sentir una rabia terrible:las multitudes, la irreverencia, el parloteo, el tiempo sentandose en las escaleras, viendo pasar el sol. he salido de estas vacaciones con muchos proyectos nuevos (demasiados, quizá, pero proyectos al fin y al cabo) y he roto con algunos proyectos pasados. en 17 días (algunos dicen que 19) tengo la sensación de haber crecido tres o cuatro meses de golpe, todo lo que no me había dejado crecer en mi pueblito de conejos y ardillas. he llorado un poco por las cosas que he perdido y se me ha llenado el corazón por las cosas que intuyo que tendré. he tenido miedo de cosas reales y de cosas abstractas como el propio miedo. he sentido la calma en su sentido más amplio. he discutido horas sobre la pertenencia, sobre el lenguaje, sobre el destino común de los pueblos (con otras palabras, claro, para que no me dieran capones), discusiones inevitables en cataluña. he terminado de golpe con un extraño luto que mantenía desde hace tres meses, desde que volví de argentina, que me llama cada vez que me despisto, en la que he aprendido tanto. la mano se tiene que posar sobre la tierra para agarrar la arena y sentirla pasar entre los dedos. la mano se tiene que posar sobre los rostros para amarlos. la mano tiene que penetrar el agua para notar su tibieza, para sentir el mar golpeando rítmico. la mano tiene que tocar para ser tocada. amar amar amar amar amar