domingo, 17 de marzo de 2013

Estoy harta

Hoy mi hartura ha tocado techo. Estoy harta del sistema patriarcal y estoy harta, sobre todo, de los hombres. Así de claro. Estoy hasta las narices de hablar de que el sistema patriarcal está configurado tanto por hombres como por mujeres y de que el cambio tiene que venir de ambas partes. Me muero de la risa. Si pensamos en el esclavismo, ¿decimos que el cambio tiene que venir también de los esclavos y que hasta que no asuman su condición de hombres libres no podremos tener nunca un sistema libre y de igualdad? ¿Pero esto qué es? ¿Cuántos hombres renuncian realmente a los privilegios que les da el sistema patriarcal?¿Cuántos se plantean cambiar su posición de poder y renunciar a ella de forma que podamos lograr tener un sistema más justo, más igualitario, en el que las mujeres podamos ser consideradas un ser que habla como un igual, que trata como un igual? Y, ojo, no hablo de tratar como un igual porque se le da acceso a la posición dominante, no estoy hablando de eso. Estoy hablando de cambiar el sistema radicalmente. Quiero poder compartir pero para poder compartir tiene que haber hombres dispuestos a hacerlo y eso implica caerse de su pedestal y abandonar sus privilegios (compartir si no tienes es más fácil que compartir si lo tienes todo. Es más fácil también dejar a otros que antes no jugaban, las mujeres, subirse al carro de la codicia. Todo antes de repartir). Y esto significa compartir responsabilidades, aceptar la importancia del tiempo, el espacio y las necesidades del otro. No se trata de decir, seamos todos independientes, hagamos todos lo que queramos (versión progre del patriarcado). Bueno, está muy bien, pero eso no implica compartir. Compartir implica renunciar a cosas por el otro, algo bastante mal visto en los tiempos que corren. Las mujeres estamos acostumbradas a ello, lo hacemos todos los días, desde que nacemos. Es cierto que lo hacemos por imposición, no por voluntad. Pero yo, de cualquier forma, lo prefiero. Porque renunciar implica también ganar. No veo nada de malo en darle la mitad de mi bocadillo a mi hermana, la mitad de mi tiempo a mi amante, la mitad de mi ropa a mi amigo. Si mi hermana está sana, mi amante feliz y mi amigo cómodo, yo gano. Pero si cuando mi hermana tiene un bocata lo esconde, mi amante dedica sus horas libres a desarrollar sus aficiones personales o mi amigo me roba la camiseta, la cosa pierde bastante encanto. Los hombres no renuncian. Te dan la opción de asumir su actitud vital. Eso lleva las relaciones entre hombres y mujeres al fracaso. Por no hablar de los sistemas políticos, sociales y culturales en los que nos movemos. Hasta que la clase dominante, y esta es la de los hombres por el mismo hecho de ser hombres, acepte esto, no habrá igualdad. Hasta que la clase dominante renuncie a sus privilegios, no será posible lograr la igualdad. Al hilo de lo cual, auguro para mí un futuro de soledad.

No hay comentarios: