lunes, 15 de enero de 2007

Desde que Sami se había ido estaba en casa sin nada que hacer y me hundía en el sillón mirando la tele. Estaba a punto de irme y ya no me quedaba pasta, ni trabajo y había perdido casi todos los amigos que tenía. La tele estaba rota y las imágenes saltaban pero yo la miraba para poder pensar en otra cosa. A través de las persianas se podía notar que fuera hacía bastante calor. Oí cocinar a la vecina y calculé que debían ser las tres de la tarde. En mi nevera no quedaba casi nada. No se me ocurría qué hacer o a quién llamar así que me levanté y me puse una camisa limpia y salí de casa sin preocuparme de cerrar la puerta porque la cerradura estaba rota y de todas formas cualquiera podía entrar en aquella casa y además quién iba a querer robarme los dibujos. Pensaba en Sami casi como rutina. En los últimos días que pasamos juntos, discutiendo y yéndonos a la cama, y en la última noche que dormimos abrazados pero tan lejos que yo casi no podía respirar. Era bastante aburrido estar sin trabajo. Hacía calor y la calle estaba llena de niños y a mi me molestaba verles porque me parecía que venían a perturbar un sueño mío en el que me había perdido y en el que se vivía de noche, se bebía, se fumaba, se hacía el amor con la mirada perdida siempre tarde con poco deseo y los niños venían a echar a perder todo ese sueño y ya no podía decir cuanto hacía que no salía de la casa. Me quedé mirando la pared blanca de un edificio y volvieron a saltarme las imágenes como en la tele rota y podía ver a sami guardando sus cosas en la bolsa y yo tirada en la cama todavía desnuda mirando al techo blanco como la pared blanca pero una mancha negra en el techo no puede ser un pié pero parece una huella me pregunto cómo habrá podido llegar alguien allí quizá escalando pero debería haber algún clavo entonces y no veo ninguno y no pienso apartar la mirada de la huella que salta de la tele que salta de la pared que salta porque entonces veré a sami que se va después de follar esta mañana y yo sentir que me voy muriendo a cada golpe y sami mirándome desde encima y viéndome los ojos y entendiéndolo todo todo y no pienso apartar la vista porque aunque salte no quiero escuchar la cerradura rompiéndose del golpe ni el silencio que queda ni esta oscuridad de las persianas rotas. Los niños jugaban en la plaza y estaba bien porque el barrio estaba alegre y no debían tener clase porque a lo mejor era domingo o quizás verano y me quedé mirándoles y pensé en todos los samis que conozco y en todos los samis a los que he amado alguna vez pero siempre de la forma equivocada porque no basta con querer a alguien. Esperé sentada a que pasara algo porque es así generalmente como suceden las cosas y una sabe siempre si algo va a pasar. Así que esperé pacientemente y, mientras, fumaba y miraba el partido, los niños jugando en la plaza, hasta que las madres fueron a llamarles y se quedó todo en silencio y luego salieron de nuevo otra vez a jugar a la pelota aunque no supe bien si eran los mismos niños y seguí esperando aunque tenía hambre y pensé que faltaban tres días para irme. Me acordé de un montón de cosas ese día: de sami y yo el verano pasado, sin camiseta andando por el campo, y el sol quemándonos y haciéndonos sentir tan libres, de una peli de Woody Allen y de una serie de dibujos en la que un muñequito le decía a otro: estoy solo porque el dibujante se quedó sin tinta, de aquella vez que me corté la mano y me tuvieron que llevar al hospital y mi madre me esperaba en la sala de espera y agarraba su bolso con tanta fuerza que se le pusieron los dedos blancos. Pensé en un montón de cosas pero no pasó nada y en todo el tiempo que pasé allí no paso nada. Cuando se hizo de noche me levanté y me fui andando a casa lentamente. Al llegar la puerta estaba abierta y los dibujos por el suelo como los había dejado y me agaché y recogí uno que me gustaba especialmente. Me quedé un montón de rato mirando ese dibujo y por un momento se me ocurrió que se me había terminado la suerte pero luego supe que no, porque yo he nacido para la gloria y las cosas siempre terminan por salirme bien, de un modo u otro.

1 comentario:

Alvaro dijo...

Muy bueno!!! Me encanta la frase desde: "Me quedé mirando la pared blanca de un edificio..." y lo de "... mi madre me esperaba en la sala de espera y agarraba su bolso con tanta fuerza que se le pusieron los dedos blancos." Escribes de puta madre ana! salu2