jueves, 26 de noviembre de 2009

fIesta del sacrificio

Llevo dos meses y he visto cosas que me han parecido asombrosas. He escuchado afirmaciones feroces de labios aparentemente cándidos, he visto los efectos del fervor religioso en la vida de gente a la que comienzo a querer, he aprendido de la vida incluyendo a Dios en cada acto cotidiano, he vivido unas nuevas reglas sociales determinadas por el bien y el mal divino. He paseado entre todos los rincones de este nuevo mundo sin alarma, con un asombro más o menos moderado. Pero hoy me levanto al amanecer y escucho un murmullo como de enjambre susurrando, como de enjambre agazapado, como de enjambre: bello y feroz, femenino y masculino, separado pero único, unido y letal, ordenado y productivo. Los cantos se alargan durante minutos y minutos y minutos. Una y otra vez se grita, se canta, se reafirma la grandeza de Dios...y ese grito penetra en todos los rincones, en todos los espacios, pareciera imposible poder colocar una barrera que bloquee su paso. Por primera vez, siento miedo. ¿Cuál es la amenaza? Me enfrento a una parte de mis vecinos que me asusta: a mi alrededor, ahora mismo, está dormida la razón. Y, por primera vez en toda mi vida, sé que estoy en franca minoría. 

1 comentario:

aquileos dijo...

Este texto tiene una fuerza impresionante. Gracias