sábado, 18 de noviembre de 2006

lafrontera

los invasores llegan en silencio y miran con sus ojos grandes que lo abarcan todo y que no alcanzan nada. los invasores avanzan por las calles, visitan los museos, entran en las tiendas, compran cosas. los invasores aprenden el lenguaje de los otros y hablan, con una enorme sonrisa entre los labios, deseando que los quieran, intentando huirle a su destino. los invasores conocen nombres, colores favoritos, fechas de cumpleaños, tallas de zapato y construyen personas de imágenes y olores. los invasores ven los atardeceres de colores infinitos, ven las estrellas explotando en la noche, ven el canto de los niño pequeños y sienten su pecho llenarse de belleza. los invasores se emocionan cada día al menos veinticinco veces. los invasores tocan intentando que el tacto les descubra a quién tienen delante. los invasores besan con sorpresa, arrebatadamente y al segundo olvidan por qué estaban besando. los invasores se levantan de mañana, cuando todos duermen, y añoran con tristeza tiempos pasados, que es lo mismo que decir que añoran tierras pobladas por personas que saben diferente. los invasores se sienten terriblemente tristes al menos veinticinco veces cada día. los invasores enrojecen de pronto si alguien intenta mirarles a los ojos y, en seguida, se refugian en leyendas extrañas o en curiosas anécdotas de variabilidad lingüìstica. los invasores van sintiendo cada día su tierra más lejana, su lengua gastada, sus hábitos cambiados. los invasores fuman sólo cuando están nerviosos , ya no visten sombrero, sorben agua hervida de una paja de hierro, dicen palabras largas sin sentido como discursividad metodológica del objeto de estudio semiológico y utilizan el sonido ch con frecuencia desproporcionada-cheta, chanta, chamuyo, trucho, choclo. los invasores van dejando, poco a poco, de sentirse invasores y sonríen pero su corazón palpita, respiran con inusual torpeza, esconden la mirada huraña tras legañas de sueño. los invasores hacen las maletas apresurados, sin decirle adiós a nadie, dejando un reguero de recuerdos desparramados por la habitación. los invasores agarran el primer avión y se marchan tristes pero con la esperanza de encontrar por fin su lugar definitivo.

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