lunes, 7 de febrero de 2011

bancos comunitarios

Hoy hablaba con mi amigo Abd después de caerme en una zanja que hay frente a mi casa con el orgullo y las rodillas doloridas (y el miedo de caerme también mañana o quizá pasado pues no creo que nadie nunca jamás arregle esa zanja asesina y no creo que nadie me arregle el cerebro a mí) y me ha contado que se ha peleado con su madre por cuestiones de dinero. Como buenos hijos, nos hemos quejado de las madres y nos hemos contado las diversas tácticas de tortura que utilizan sobre nosotros. La suya que es muy punki, llora, se golpea la cabeza con las manos y, en casos de extrema gravedad, se arranca la camisa como Camarón. Estos árabes son así. Si se enfadan mucho mucho, también se lanzan una chancleta. Ambas cosas las he visto hacer y la verdad es que es difícil no soltar la carcajada a pesar de la ira/desesperación más que evidente del sujeto de turno.
Además de las risas que nos hemos echado sabiéndonos, mami te lo juro, absolutamente inmerecedores de las grandes mamás que tenemos ha surgido un tema que me ha parecido interesantísimo: los "bancos comunitarios" (esta es una traducción absolutamente libre porque en realidad la traducción más exacta sería algo así como grupos o agrupaciones, me parece). Resulta que Abd necesita dinero para pagar la universidad pero la familia de Abd todavía no tiene ese dinero y tiene que esperar hasta el mes que viene para recibirlo. En ese momento, dado que aquí hablar de dinero no está mal visto y que yo me salto toda la cortesía en aras del conocimiento intercultural, le he preguntado que en qué momento iba a llegar el dinero para la uni y, sobre todo, de quién (el padre de Abd está jubilado y la uni son 1200 dinares). Y ahí es cuando Abd me ha respondido tan tranquilo: pues de las agrupaciones.
Así funcionan: pongamos que somos doce personas. Todos nosotros tenemos que hacer frente a pagos como el de la universidad de nuestro hijo pero es imposible que juntemos ese dinero porque nuestro sueldo se mueve en torno a los 300 dinares al mes. Hay dos formas de que nuestro hijo vaya a la universidad: 1. cada uno de nosotros pide un préstamo al banco, manda a su hijo a la universidad y después el hijo paga el préstamo más un 25% más de intereses (modelo europeo-americano). 2. Recurrimos a las agrupaciones. Todos nosotros pagamos 100 dinares al mes a un fondo común, gestionado por un responsable del grupo. Una vez cada mes, uno de nosotros coge todo el dinero del fondo. Así, una vez al año, podemos hacer frente a pagos de 1200 euros sin tener que preocuparnos de los intereses.
Si necesitamos más dinero o no tenemos demasiado dinero que invertir en el fondo podemos: aumentar el tiempo de pago al fondo (por ejemplo, ponemos 100 dinares al mes durante un período de tres años y así podemos utilizar una vez de golpe un total de 3600 dinares), aumentar el número de contribuyentes (500 personas ponen 2 dinares al día (60 dinares al mes) con lo cual cada uno podrá utilizar 30.000 dinares una vez cada 50 años) o participar en más de una sociedad (ponemos 100 dinares al mes durante un período de tres años en dos sociedades distintas y así podemos utilizar 7200 dinares). Mi amigo Abd paga así la uni (y en el futuro, él devolverá quizá también así el dinero a su padre) y al parecer mucha gente funciona de esta manera evitando tener que pasar por un banco.
Lo mejor del asunto es que Abd (que estaba tan pasmado por la no existencia de las sociedades en España como yo por la existencia de las sociedades en Jordania) hacía lo mismo con su paga cuando era pequeño. Todos los hermanos ponían en el fondo común un tercio de su paga (que era de menos de un dinar al día) y así un día a la semana juntaban un par de dinares para gastar de golpe. Es tan obvio que es sencillamente genial. Y la que se empeñaba en que lo hicieran era, por su puesto, su mamá.

1 comentario:

...en un lugar llamado Cristina dijo...

qué inmenso... me gusta la idea y la manera...
recuérdame que algún día te cuente cómo se encuentran en las playas uruguayas a los padres de un niño perdido...
ya te extraño. ¡Qué barbaridad!