lunes, 14 de febrero de 2011

La revolución televisada

Las nuevas tecnologías siguen venciéndome así que informo con atrasaso y se me quedan muchas cosas en el tintero. Me gustaría hablar otra vez sobre Al-Jazeera, sobre las nuevas fuerzas emergentes en Egipto, étc... por el momento, aquí van estas impresiones. La redacción es regular regulera pero me tengo que marchar a clase en cinco minutos a hablar sobre adjetivos de carácter.

Ayer estuve leyendo el periódico. En árabe. Cierto es que busqué millones de palabras en el diccionario. Cierto es también que me leí tres noticias sobre Egipto así del tirón. Cuanta felicidad.


M. ha venido a Jordania escapando de los castigos ejemplares a los extranjeros que han tenido lugar estos días en Egipto. Vive allí desde hace muchos años. Compartimos en Al-Jazzera la caída de Mubarak y las celebraciones. Y mientras tanto, habla. Habla como se habla cuando algo se tiene completamente asumido, sin darse cuenta del efecto que sus palabras tienen en los que escuchan a su alrededor. Nos habla de las detenciones por parte de la policía en las que sistemáticamente hombres y mujeres eran violados. Nos habla de la desaparición del hijo de sus vecinos al principio de las protestas (todavía hay unos 2000 desaparecidos desde el comienzo de las revueltas). Nos habla de museos convertidos en centros de detención y tortura. De miembros de ONG escondidos después de recibir llamadas telefónicas en las que les advertían de la posibilidad de recibir una bala perdida. Nos habla de dictadura, de violaciones sistemáticas de derechos humanos, de una represión bestial.

Las torturas en Egipto no son una novedad, eran práctica habitual durante el gobierno de Nasser, fueron frenadas con Sadat y, tras su asesinato e imposición del estado de excepción en 1981, fueron retomadas por Mubarak.

Egipto se enfrenta a muchos retos: acabar con la corrupción que causan decenios de dictadura; gestionar sus relaciones con Israel con una población mayoritariamente en contra de los tratados de paz y una población palestina nada desdeñable dentro de su territorio; solventar las desigualdades creadas por estos tratados que provocan, por ejemplo, que el precio de venta del gas a Israel sea prácticamente simbólico. Egipto posee un índice de pobreza superior al 40% y una tasa de analfabetismo del 30%. Cuenta con un sistema funcionarial enorme e ineficaz que estaba al servicio de Mubarak. La falta de libertad de prensa se refleja en unos medios de comunicación bajo el control del Estado (tal y como ha demostrado el corte de emisión de Al-Jazzera que ya vuelve a emitir desde Nailsat) y la persecución a medios de comunicación egipcios y extranjeros. Ha de hacer frente a una reforma de los medios económicos que, a pesar de las liberalizaciones llevadas a cabo por Sadat y Mubarak, estaban mayoritariamente controlados por la familia Mubarak (su hijo Gamal era el portavoz del Consejo de Negocios Egipcios Americanos) y marcadas por el clientelismo con EEUU (Egipto es el país que más ayudas recibe de EEUU después de Israel, mayoritariamente en ayuda armamentística. El total de ayudas es aproximadamente el 50% del PIB egipcio). La cuestión religiosa está también sobre la mesa: por un lado, la minoría copta, tradicionalmente excluida de la política aunque no del comercio, ha de ser representada. Por otro lado, el islamismo es, en el mundo árabe, uno de los peores enemigos de la democracia. Además, la revolución del 25 de enero necesita forjar una representación política que quizá surja de Jóvenes por el Cambio o Al-kafyya, muy implicados durante las revueltas y que se forjaron durante la Guerra de Iraq (tengo que dedicarles una entrada cuando tenga tiempo).

Todavía quedan muchas cosas por hacer pero, sin duda, una de las cosas más importantes a las que se enfrenta el país es la renovación de las fuerzas de seguridad del país. Que un egipcio entre a una comisaría a renovar el pasaporte y no tenga miedo de lo que le pueda pasar dentro.

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