lunes, 7 de febrero de 2011

sobre Al-Jazeera y más...



Me he quedado sin internet 24 horas y, por tanto, sin twitter. A cambio, he ganado una televisión con un montón de canales de televisión y con, maravilla de las maravillas, Al-Jazeera International. La versión árabe sigue saboteada por la compañía egipcia de satélite Nilesat así que la gente en los países árabes que no habla inglés tiene que seguir informándose a través de otras cadenas de televisión o conectarse por la noche a otros canales que han cedido su frecuencia durante unas horas a Al-Jazeera para que pueda retransmitir. Durante el resto del día, se informan a través de las cadenas de televisión de los países árabes que, por razones más bien evidentes, siguen la noticia con bastante menos entusiasmo revolucionario que Al-Jazzera.

La calidad informativa de Al-Jazzera es espectacular. El seguimiento de la situación en Egipto es prácticamente de 24 horas al día y a pesar de los pesares mantienen un corresponsal anónimo que habla desde detrás de la cámara para evitar arrestos. La cadena simpatiza abiertamente con los manifestantes egipcios y no se cortan nada a la hora de hacer un reportaje sobre la riqueza (70 billones de dólares) de la familia Mubarak o de mostrarnos a la clase aristocrática/empresarial egipcia que en el mismo El Cairo cuyos cimientos tiemblan bebe dry martini, juega al golf y monta a caballo mientras se lamenta por el desorden social. En una mesa de análisis con unos participantes geniales (da que pensar una mesa redonda formada por pensadores árabes hablando en inglés) y que, lamentablemente, he pillado a la mitad, el presentador se ha despedido citando poesía (árabe, claro: tengo que escribir algún día sobre qué significa la poesía en el mundo árabe y sobre el festival de cuatro horas al que asistí en el cual los espectadores aplaudían, reían, coreaban e interrumpían continuamente para valorar la intervención de los poetas en la versión tradicional árabe de las peleas de gallos... ). Pero me despisto: digo que el presentador se ha despedido recitando unos versos y ha evocado el amanecer que surge tras la oscuridad y la primavera que interrumpe el invierno. Y yo que soy muy de conmoverme con este tema, me he conmovido bastante.

Hoy hablaba con Khalíl (ateo de origen cristiano aficionado al Araq, la poesía, la libertad y las mujeres) al que se le escapaba la sonrisa y al que le brillaban los ojos mientras me contaba que lleva días pegado a la televisión viendo las noticias y que una amiga suya se ha marchado a Egipto para participar en las protestas. Mi amigo Abd (musulmán musulmanísimo, hijo renegado de un combatiente de Al-Fatah, absoluto creyente en el paraíso en la tierra que traerá la aplicación de la verdadera fe islámica y pese a todo gran amigo) se reía emocionado mientras repasábamos la actualidad. Sin embargo, ninguno de ellos ha participado en las protestas que han tenido lugar aquí, bastante minoritarias, y tampoco piensan que en Jordania vaya a cambiar nada a corto plazo. De hecho, Abd es partidario de que las cosas continúen más o menos como están porque, dice, el cambio en Jordania ahora mismo sólo traería guerra. Tengo curiosidad por saber qué piensan dos de mis ex-alumnas, las inteligentes pero políticamente enfrentadas Rassha (jordana) y Majd (palestina), sobre este tema.

En Ammán llueve mucho y en mi casa nueva hace tanto frío que llevo un gorro de lana en la cabeza y un forro polar. Hoy una profesora (de literatura española) me ha preguntado de qué iba La Tía Tula y ha añadido: espero que no haya nada sobre homosexualidad. No tenía fuerzas para explicarle la personalidad de Tula ni meterme a analizar su posible lesbianismo o, en cualquier caso, su compleja sexualidad. He suspirado un no a lo que ella ha añadido jubilosa ¡menos mal!. Lacónicamente le he respondido: bueno, ya sabes que en mi país es legal. Y ahí nos hemos quedado, con las posturas claras pero sin ganas de introducirme en una conversación sin sentido de peras y manzanas. Sigo sin residencia y a mi jefe se le ha olvidado (o ha pasado de) llamar al centro de idiomas para ver si me dejan asistir a un curso de árabe en las 15 horas libres que tiene mi horario. La ausencia de dos de las personas a las que más quiero del mundo escuece. Obama y Clinton (esta vez ella) me tocan las narices y nuestro ex-presidente Aznar es tan facha que es imposible escucharle sin querer golpearse/golpearle la cabeza con un cazo. Sin embargo, algo hay que agradecerle: es como Wikileaks, se atreve a decir lo que todos ya sabíamos. En este caso, que Occidente mira a los países árabes no como estados de pleno derecho sino como países de segunda cuya libertad debe quedar supeditada al bienestar del primer mundo. En fin, que muchas cosas son un poco un asco. Y, sin embargo, hoy todo esto da un poco más igual. 



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